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Nuestra Señora de Coromoto – Patrona Nacional

septiembre 11

Virgen Nuestra Señora de Coromoto – Patrona Nacional

Lugar: Guanare (Edo. Portuguesa)
Fecha de celebración: 11 de septiembre
Oración:
“Bella Señora María, Virgen Madre del Redentor, contigo alabamos y glorificamos al Padre, en el Espíritu Santo por Jesucristo. Te suplicamos que, así como en Coromoto guiaste los pasos de los indios hacia la gracia bautismal, cautives ahora el corazón de los venezolanos y los conduzcas a la renovación de la fe. Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, bendice la acción evangelizadora de la Iglesia en nuestrapatria para que sea fortaleza y defensa de la fe de tus hijos y comienzo de una renovación de las costumbres cristianas. Amén”.

Historia:

Primera aparición de la Santísima Virgen
Cierto día del año 1651, el Cacique de los indios Coromoto de las Tribus de los Cospes, en compañía de su mujer, se dirigía a una parte de la montaña donde tenía una tierra de labranza. Al llegar a una quebrada, una hermosísima Señora de belleza incomparable, que sostenía en sus brazos un radiante y preciosísimo niño, se presenta a los dos indios caminando sobre las cristalinas aguas de la corriente. Maravillados éstos, contemplaban embelesados a la majestuosa Dama, que les sonríe amorosamente y habla al Cacique en su idioma, diciéndole que: “Saliera a donde estaban los blancos para recibir el agua sobre la cabeza y así poder ir al cielo”. Estas palabras iban acompañas de tanta unción y fuerza persuasiva, que enajenaron el corazón del Cacique y le dispusieron a cumplir los deseos de tan encantadora Señora.

Un español honrado y buen cristiano, llamado Juan Sánchez iba de viaje para El Tocuyo a un asunto de importancia, cuando en cierto punto de la montaña le salió al encuentro el jefe de los indios Coromoto, manifestándole que una bellísima mujer con un niño de hermosura singular, se le había aparecido en una quebrada dándole la orden que saliera donde vivían los blancos para que le echasen el agua en la cabeza, con el fin de ir al cielo; y agregó que tanto él como todos los de su tribu, están resueltos a complacer los deseos de tan excelsa Señora. Juan Sánchez gratamente sorprendido por el relato del indio, le dijo que iba de viaje a una población llamada Tocuyo, que a los 8 días iba de vuelta y que durante este lapso de tiempo se dispusieran para irse con él. Cumplido el lapso señalado toda la tribu se marchó con el español y siguiendo las indicaciones de Juan Sánchez, la caravana se detuvo en el ángulo formado por la confluencia de los ríos Tucupido Y Guanaguanare, en unos parajes que designaron con el nombre de Coromoto. Juan Sánchez pasó inmediatamente a la Villa del Espíritu Santo de Guanaguanare y dió aviso a las autoridades de todo lo ocurrido. Las autoridades que Gobernaban La Villa, dispusieron que los indios se quedasen en Coromoto y nombraron a Juan Sánchez su Encomendero, con el encargo de señalarle las tierras para sus labores y de adoctrinarlos en la Religión Cristiana.

Iban pasando los meses y se adelantaban los trabajos de la construcción del asentamiento y campos de labranza. Los niños eran los encargados de buscar agua a la quebrada para los usos domésticos; pero, con frecuencia se tardaban demasiado y por eso eran castigados, hasta que se descubrió que la razón de la tardanza era la Bella Señora, que con su amorosa sonrisa se seguía apareciendo y su celestial presencia los cautivaban tanto, que no se cansaban de admirarla y que por eso se les iba el tiempo. Cuando los adultos iban a tratar de verla no veían nada, porque solo los niños la podían ver. Por lo que contaban los niños, las apariciones de la Bella Señora se hicieron famosas, así como las aguas de la quebrada. Estas aguas se pensaban que eran milagrosas, porque varias veces se mandaron a Europa y después de muchos meses llegaban tan frescas como cuando las tomaron de la quebrada. El abnegado español cumplió su cometido con el mayor cuidado, sin escatimar esfuerzo alguno para hacerles cómoda y placentera su permanencia en Coromoto. Los aborígenes construyeron allí su ranchería, recibieron tierras distribuidas y contentos asistían a la explicación doctrinal, que con muchos frutos les daban el buen Encomendero, ayudado en esta ardua empresa por su Señora y dos compañeros. El éxito iba coronando este trabajo Apostólico pues, poco a poco, los indios recibían las aguas bautismales y se regeneraban en este baño purificador.

Segunda aparición de la Santísima Virgen

El Cacique, al principio, asistía gustoso a las instrucciones, más después se disgustó con su nueva situación y anhelando la soledad de sus bosques, se apartó de las reuniones de Juan Sánchez, sin querer aprender la Doctrina Cristiana, ni recibir las saludables aguas del bautismo. Por la tarde del sábado, 8 de Septiembre de 1652, Juan Sánchez dispuso reunir a los indios que trabajaban en Soropo, para que se reunieran con todos sus compañeros y asistieran a los actos religiosos que se iban a practicar en el caney. El Cacique se negó rotundamente a esta invitación y mientras sus compañeros honraban con humildes preces a la excelsa Reina de los Cielos y Tierra, él con grande enojo y rabia salió precipitadamente para Coromoto. El bohío del Cacique Coromoto tenía una sola y pequeña puerta de entrada, donde a la anochecer del sábado 8 de septiembre de 1652, se hallaban la Cacica, su hermana Isabel y un hijo de esta última, indiecito muy agraciado de doce años de edad, había llegado de Soropo esa misma tarde con el objeto de ver a su madre, pues de ordinario se quedaba con la esposa de Juan Sánchez ayudándola en sus múltiples ocupaciones diarias.

Cuando menos lo esperaban las dos indias, llegó el Cacique a Coromoto, triste y maltrecho; las mujeres atribuyeron el tedio y descontento que en el notaban a un exceso de ira y ninguna se atrevió a decirle la menor palabra. En este estado de tristeza y melancolía estaba el indio, cuando por un misterio de cariño y amor de la Madre de Dios a un pobre hijo de Adán, bajó a la Choza del Cacique en medio de indivisibles legiones de Ángeles que formaban su cortejo. Había trascurrido tan solo algunos instantes desde la llegada del Cacique cuando de modo visible y corpóreo la Virgen Santísima se presentó al umbral del bohío del Cacique.

De todo su ser de desprendían rayos de luz que bañaban el estrecho recinto de la choza y eran tan potentes que según declaro la india Isabel, eran como los del Sol cuando está en el medio día y sin embargo no deslumbraban ni cansaban las vista de aquellos felices indígenas que contemplaban tan grande maravilla. Bajo la influencia de estos inesperados resplandores, que cambió las tinieblas de la noche en la claridad del día, el Cacique al instante reconoció a la misma Bella Mujer que meses antes había contemplado sobre las aguas de la plácida corriente de sus montañas y cuyo recuerdo jamás había podido borrar de su memoria.

Distintas a las del Cacique eran las emociones de las dos indias y del niño, que rebozando de satisfacción y contento, se deleitaban en contemplar aquella criatura sin igual, alegría de los ángeles, encanto de los elegidos, espejo donde se reflejan las infinitas perfecciones de la Divinidad. El Cacique pensaría probablemente, que la gran Señora venía para reprocharle su mal proceder e impedirle la fuga. Pasaron unos segundos, el Cacique rompió el silencio y dirigiéndose a la Señora le dijo con enojo: “¿Hasta cuándo me quieres perseguir? Bien te puedes volver que yo no he de hacer lo que me mandes, por ti deje mis conucos y conveniencias y he venido aquí a pasar trabajo”.
Estas palabras irrespetuosas mortificaron en gran manera a la mujer del Cacique, quien riñó a su marido diciendo: “No hables así con la Bella Mujer, no tengas tan mal corazón”. El Cacique montado en cólera y encendido en rabia, no pudo soportar más tiempo la presencia de la Divina Señora, que permanecía en el umbral dirigiéndole mirada tan tierna y cariñosa que era capaz de rendir el corazón más empedernido; desesperado da un salto y coge el arco de la pared y saca una puntiaguda flecha, con la torcida intensión de amenazar con ella a la gran Señora, llegando a su locura hasta decir: “¡Con matarte me dejas! En este preciso instante la excelsa Señora entró en la choza sonriente y serena se adelantó y se acercó al Cacique, el cual al respeto de tanta majestad, o porque Virgen lo estrechara de modo que no tuvo lugar para el tiro, rindió las armas y arrojó el arco contra el suelo. Con todo se lanza sobre la Soberana Señora para cogerla con las manos y echar a fuera, extiende rápidamente los brazos; pero, al punto, la celestial visión desaparece repentinamente y lóbregas tinieblas siguen a la viva luz que había iluminado el bohío, teatro de tan grandes maravillas; solamente se percibían la pálida luz del fogón que proyectaba la negra silueta del Cacique sobre la pared. Las dos indias y el niño sintieron amarga pena por la pésima conducta del Cacique y por la desaparición de la Bella Mujer reprochándole nuevamente a su marido su torpe e inconsiderado proceder para con la soberana Señora. El Cacique, fuera de sí y mudo de terror permaneció largo rato inmóvil con los brazos extendidos y entrelazados en la misma posición en que quedaron cuando hizo el rápido ademan de agarrar a la Virgen. Tenía una mano abierta y la otra cerrada, que apretada cuanto podía pues algo tenía en ella y en su corto sentir creía que era la Bella Mujer a quien había atrapado. La india Isabel, sin entender lo que acababa de suceder, dijo a su cuñado: “¿Sabes lo que ha sucedido?”. Tembloroso, el indio contestó: “Aquí la tengo cogida”. Las dos mujeres, profundamente impresionadas y conmovidas, añadieron: “Muéstranosla para verla. El Cacique se acercó, alargó la mano la abrió y los cuatro indígenas reconocieron ser aquella una imagen y creyeron que era la de la Bella Mujer. Al abrir el Cacique la mano, la diminuta imagen despide rayos luminosos que producen gran resplandor y que creen los indios que es el fuego natural que la gran Señora lanza contra ellos. Sudor frío fluye del cuerpo del indio, con el mismo enojo y rabia de antes, envuelve la milagrosa imagen en una hoja y la esconde en la paja del techo de su casa diciendo: “Ahí te he de quemar para que me dejes”.

[Fuente de la historia: www.santuariobasilicacoromoto.com/historia-virgen-coromoto.html]

Detalles

Fecha:
septiembre 11